Isabel Muñoz |
Empezaremos Por Joana Biarnés. Estuvimos viendo una exposición en el Palau Robert de esta fotógrafa, hace un par de años.
LA FOTOPERIODISTA QUE CONQUISTÓ A RINGO STARR Y CONSIGUIÓ QUE LOS HIJOS DE SOLTERAS TUVIERAN AGUA CALIENTE
Dalí la adoraba y Los Beatles se rindieron a sus pies, pero España ha tardado cinco décadas en reconocer a esta leyenda de la fotografía .
Carmen Sevilla en 1969.© JOANA BIARNÉS
“Llegamos allí y un cura les decía a los niños: ‘Esa que va por allí es la que ha dicho que sois unos hijos de puta’. Los chavales nos perseguían con palos y con piedras”.
La mujer que hizo la foto que ve sobre estas líneas tenía la cualidad de meterse en el bolsillo a todo aquel que se pusiese delante de su objetivo (o que le ayudase a conseguir los suyos) .
Joana Biarnés i Florensa (Tarrassa, 1935), fallecida a los 83 años en Barcelona, sabía cuál era el secreto para participar de las noches más locas y colarse en el ámbito privado de los genios de la España que encumbró a Marisol, Lucía Bosé o Rocío Dúrcal.
Mantener la boca cerrada.
“Eso lo sabían todos ellos. Que yo jamás iba a contar nada de lo que veía”. Como premio por su discreción, luego le dejaban que les fotografiase en sus momento más íntimos. Y ella, que tenía esa cualidad que distingue a los buenos fotógrafos, la de capturar el instante decisivo, supo sacar partido a todas las oportunidades que se le presentaron, pero sin aprovecharse de nadie.
“En la sesión de fotos que le hice a Carmen Sevilla se le veía el pezón en muchas instantáneas. Ni por un momento se me hubiese ocurrido publicarlas o venderlas”.
Esa forma de aproximarse al trabajo hizo que se ganase la confianza de Raphael, quien la nombró fotógrafa oficial de sus giras, pero también de Joan Manuel Serrat, con quien estuvo en su domicilio de Cercedilla cuando vino a tocar a Madrid a finales de los sesenta. El mismísimo Dalí la consideraba su protegida
“A él de mí le gustaba que no era ñoña y que le aceptaba todas sus locuras. Le aceptaba tal como era”.
Joana Biarnés con su cámara Hasselblad en los años sesenta.© LUME
Joana Biarnés no procedía precisamente de un entorno privilegiado.
Nació en una casa de la posguerra donde nunca se pasó hambre no porque la despensa fuera el cuerno de la abundancia sino porque su madre “tenía una fantasía impresionante en la cocina”. De ella heredó eso, la fantasía, y de su padre, la profesión.
“Cuando era joven yo en realidad soñaba con ser telefonista en una centralita de cable. Me parecía que era una forma de viajar muy bonita eso de pasar llamadas”.
A Joana no le gustaba el colegio. “Por decir bon dia te daban una bofetada y te ponían cara a la pared. Para mí ir allí era un dolor, represión, porque en mi casa hablábamos catalán y a mí se me escapaba. Era una cría, pues tu dirás”.
Su padre muy pronto se dio cuenta de que ella era especial y que quizá sus sueños de telefonista se le quedaban pequeños. Él cubría para los periódicos de Barcelona los encuentros futbolísticos y de hockey que se celebraban en la zona de Tarrassa y necesitaba un ayudante, pero siempre se lamentaba de que su hija no fuera un niño. Hasta que un día, después de una sesión de revelado, vio las magníficas fotos que Joana era capaz de tomar en las excursiones familiares a la montaña.
CUANDO LA ABUCHEARON EN UN PARTIDO DE FÚTBOL
Y
... entonces él mismo tuvo una revelación. Se la llevó a cubrir un partido de fútbol. El árbitro y todo el personal auxiliar del campo montaron en cólera. ¡Una mujer! ¡Pero dónde se ha visto eso! “Pero yo les expliqué que nada me diferenciaba de los demás profesionales que había allí. Que yo simplemente estaba haciendo un trabajo”, recuerda la propia Joana.
Después de la jornada su padre le dijo: “Ya estás metida en un mundo de hombres, lo vas a pasar muy mal. Vas a tener que tener muchísimo cuidado. Tu protección va a ser demostrar que aun siendo mujer puedes hacer fotos maravillosas. Tu arma es el trabajo bien hecho. Vas a ser como uno de ellos, pero en mujer”.
Marisol en la base de Torrejón de Ardoz en 1967.
© JOANA BIARNÉS
Así que aquel partido significó el nacimiento de una estrella que, inexplicablemente, siempre ha permanecido relativamente oculta en ese limbo donde muy a menudo se ha mandado a las mujeres con talento.
Aunque PhotoEspaña le dedicó una retrospectiva el año pasado, es cierto que Joana ha tenido que esperar toda la vida - tiene 82 años- para que le llegase el reconocimiento del gran público. Esta semana ha presentado junto a Manuela Carmena un libro (Disparando con el corazón, Blume) que recoge buena parte de su obra, que estará expuesta en el Palau Robert de Barcelona hasta el 2 de abril.
Cuando Biarnés se independizó laboralmente de su padre, probó suerte en la ciudad condal. Allí hacía trabajos esporádicos, sobre todo de fotografía fija para películas, pero fue cuando la llamaron del diario Pueblo de Madrid que empezó a brillar.
“Hacía fotos principalmente para los cuadernillos que había de cultura y entretenimiento”.
Aunque durante una temporada la mandaron a cubrir los plenos de aquel parlamento de cartón del franquismo, también allí era recibida con destemple por los grises que custodiaban las puertas, a quienes se ganó con la misma valentía con la que se había ganado años atrás al árbitro del partido de fútbol donde nadie la quería.
Una sesión de moda en Barcelona, en 1962.
El torrente verbal de Joana Biarnés es imparable. Hablábamos con ella en conversación telefónica (ella en Tarrassa, nosotros en Madrid) y la sensación es que faltan horas del día para escuchar todas las anécdotas e historias que esta mujer ha vivido y es capaz de recordar.
Además de haber sido la fotógrafa oficial de las giras de Raphael, de haber inmortalizado a los actores del Hollywood dorado que rodaban en Barcelona y Madrid y de haber hecho fotos a todas las grandes estrellas de la España de la dictadura, Joana también se dedicó al fotoperiodismo de denuncia social. Y en un medio (el Diario Pueblo) y un tiempo verdaderamente improbables para practicarlo.
Cuando detuvo el maltrato a hijos de solteras en un internado de Madrid
“José Luis Navas y yo hicimos un reportaje en pleno franquismo, que nos obligó a marcharnos de este país. Esto conviene decirlo”
, cuenta ella, encendida.
No le gusta nada que se la asocie únicamente con fotografías de la farándula.
“Navas recibió el chivatazo de que a los niños de un internado de San Fernando de Henares, que pertenecían a la diputación de Madrid, los maltrataban. A uno le habían dado una bofetada y le habían roto el tímpano. Así que nos fuimos a buscar a ese niño. Y efectivamente, yo hice la foto de la bofetada marcada en su mejilla. Todavía tenía sangre seca en una oreja", recuerda con horror.
"Mi lema siempre ha sido “disparar y después preguntar”, así que tomé las fotos y después fuimos a ver al director del colegio que nos preguntó con desdén qué edad tenía el chico.
Le dijimos que unos doce años y nos contestó con mucho desprecio: “Es que era un hijo de soltera”.
Esa frase, literalmente, se convirtió al día siguiente en titular.
En aquella España reprimida y ultracatólica se formó un escándalo monumental. “Franco llamó al Pardo al director de Pueblo, Emilio Romero. Le amenazó con cerrar el periódico”.
A Joana, sin embargo, eso no la detuvo. En los días siguientes volvió a acudir al entorno del colegio, pero se encontró con que alguien había calentado los ánimos de los internos.
“Llegamos allí y un cura les decía a los niños:
‘Esa que va por allí es la que ha dicho que sois unos hijos de puta’.
Los chavales nos perseguían con palos y con piedras”.
Biarnés, se salvó de una paliza gracias a que consiguió esconderse en un bar de carretera.
“Después de aquello nos tuvimos que ir una temporada de España”, recuerda.
Pero “aquello” sirvió para algo, aunque solo lo haya sabido hace diez años, cuando un programa de la TV3 la invitó a hablar sobre el tema y en el plató aparecieron dos niños que habían vivido en aquel colegio cuando sucedieron los hechos. “Aquellos niños, que ya eran señores de cincuenta, contaron que gracias al reportaje y a la denuncia, mejoró sus vida.
En pleno invierno tenían que ponerse la ropa lavada mojada. Les pusieron agua caliente y otras mejoras…”.
El amor de su vida, un corresponsal de Paris Match
Joana siempre fue muy valiente. Hablamos de una mujer que con apenas veinte años cogió sus bártulos y se instaló sola en una ciudad, Madrid, donde las cosas más interesantes pasaban por las noches y a puerta cerrada. La habían contratado esencialmente para tomar imágenes de la vida social madrileña.
“Me fui a vivir a un piso en Alberto Alcocer de una actriz que ya murió, Disia Paradis, que yo había retratado en Barcelona. Era muy mona, se hacía pasar por yugoslava porque era rubia muy guapa”.
Joana era una noctámbula, pero no porque le gustase la fiesta (que también, adora bailar) sino porque “la vida de un periodista es tremenda”.
En Madrid conoció al que todavía es su marido, un francés que trabajaba como corresponsal para Paris Match.
“Un día un amigo me dijo ‘Oye, Juanita, me tienes que hacer un favor. Hay un chico que ha venido de Francia, que se va a quedar aquí para trabajar y no habla una patata de español, no conoce a nadie. Por favor, cuando vayas a algún cóctel, a algún estreno de teatro, llévatelo, distráemelo, un poco’.
Se distrajeron mutuamente tanto que se enamoraron. “Me gustó muchísimo. Yo siempre decía que con un español no me casaría”. ¿Por qué?, le pregunto. “Por el machismo. Sufrí mucho del machismo, sufrí mucho. A veces tenía que llegar a mi casa a las siete de la mañana porque había estado en una fiesta de Luis Miguel Dominguín. A lo mejor pensaba en irme pronto, pero aquello se ponía interesante, salían personajes a bailar. Esto no lo aguanta todo el mundo y menos un español. Pero él sabía de qué iba esta profesión y además era guapo, guapísimo. Así que me dije: este es mío”.
Lucía Bosé durante el rodaje de "Un invierno en Mallorca", en 1969.© JOANA BIARNÉS
Que a Joana le dejasen publicar la historia de los abusos en el internado de San Fernando en el diario Pueblo fue un milagro que no se volvió a repetir: otro de sus trabajos más importantes no pudo ver la luz. Fue cuando The Beatles vinieron a dar un concierto a España.
Aquella tarde con los Beatles
“Les había hecho unas fotos malísimas durante el concierto de Las Ventas y esto me dolió. Así que me pagué un billete de avión regular a Barcelona, donde tocaban al día siguiente, y resulta que era el mismo en el que iban ellos”. Durante el vuelo se atrevió a acercarse a tomarle fotos a Ringo Starr y a George Harrison, pero ellos mandaron a un guardaespaldas para que parase.
¿Qué hizo Juana? Les persiguió hasta el hotel, el avenida Palace, donde por supuesto conocía los recepcionistas. “Ellos nada más verme me dijeron. ‘Juanita, no podrás hacer nada porque tienen cogidas toda la planta y hay un guardaespaldas en el ascensor’. Pero yo me acordé del montacargas, así que me colé por ahí.
Cuando llegué no había nadie en el pasillo y llamé a la puerta de la suite. Me abrió Ringo Starr y me dijo: ‘¡Otra vez tú’“.
Pero esta vez el batería sucumbió al encanto de Joana: “Please. One picture only”, dice ella que le espetó en un inglés macarrónico. “Ahí fue donde vieron que era una petarda total y me dejaron pasar.
Estuve tres horas con ellos”. En esas tres horas, Joana, que apenas hablaba inglés, les dio unas clases de flamenco, les explicó qué es el pan tumaca y la butifarra y les hizo reír.
“Encantadores. Un grupo de chavales muy tierno. No sé. Yo me lo pasé muy bien con ellos”.
Las risas se convirtieron en rechinar de dientes cuando, al volver a Madrid con esa espectacular exclusiva el director de Pueblo le dijo que no se podían publicar. “Me dijeron que el régimen había decidido que ya se les había hecho suficiente publicidad con el concierto de Las Ventas a esos melenudos. Que eran una mala influencia para la juventud española”.
Joanna lloró de rabia durante horas. Pero siguió haciendo fotos hasta finales de los años setenta, cuando, para ella, el periodismo gráfico tomó una deriva en España que ella consideró demasiado amarilla.
Abandonó su carrera como fotógrafa.
“¿Te acuerdas de aquella foto que le hicieron a Marta Chávarri?”, me pregunta. Se refiere a las famosas instantáneas en las que el vello púbico de la socialité quedaba al descubierto al bajar de un coche. “Yo nunca hubiese dejado que esas fotos se hubiesen publicado”.
Biarnés atribuye su valentía y su integridad a todo lo que le enseñó su padre.
“Fue muy feminista, ¡muchísimo!”, dice. “Y mi madre también, que nos ayudó muchísimo cuando íbamos a los partidos de fútbol. Era una colaboradora en la sombra”. Aunque finalmente da otra explicación más misteriosa al origen de su osadía: “A lo mejor todo fue consecuencia de la ignorancia y de la curiosidad, de que no era consciente de dónde me metía. A veces dios protege a los inocentes firmemente intrigados”.
Joana Biarnés .© INMA CORTÉS
En breve iré completando
Me ha encantado releer la historia profesional de Joana Barbieri. La descubrí en el reportaje de TV y la encontré fascinante.
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado.
ResponderEliminarNo son muchas las mujeres reconocidas pero las hay y hay que apoyar su trabajo.
Gracias Tere.
Como ves tu comentario está.
Curioseando, me he encontrado con estas fotógrafas, no me acordaba de esto o me paso desapercibido. Menudo tesoro. Tana
ResponderEliminarSólo he visto el de Joan Biarnés. No doy con los otros. Tana
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