LA PRIMERA FOTÓGRAFA MIEMBRO DE LA AGENCIA MAGNUM. UNA MUJER DE NUESTRA GENERACIÓN.

Hoy os traigo al blog a una de mis fotógrafas más admirada.
He encontrado este articulo, que por interesante os traigo hasta aquí.

Es un poco largo pero sus respuestas de una lisura y encanto  me llevan a disfrutarlas como cuando estoy delante de las llanuras castellanas que visualmente no tienen elementos pero transmiten mucho y me apetece compartirlo.

Copio y pego.

Letras, Entrevistas, Fotografía Cristina García Rodero:

«Cuando salgo a la calle no veo nada; sin embargo, cuando cojo la cámara suceden muchas cosas»

 Publicado por Yolanda Gándara 



 Cristina García Rodero, Puertollano (Ciudad Real) 1949, a la que ya siempre acompañará la apostilla de “primera fotógrafa española miembro de la agencia Magnum»



 desde que en 2009 entrara a formar parte de la prestigiosa agencia, ha sido nombrada en febrero de 2013 académica de Bellas Artes; un reconocimiento más a una larga labor artística y documental, desarrollada con absoluta advocación en paralelo a su profesión como docente hasta 2005: «Mi obra fotográfica, hasta que dejé la universidad, ha sido realizada toda en momentos de descanso y todo me lo he pagado con lo que ganaba como profesora. He sido muy generosa con la fotografía, pero también me ha dado mucho: el conocimiento de mí misma y de los demás. El ver, el salir de tu país, de tu cultura, mezclarte con otros, encontrarte sola con dificultades, es muy positivo; o te hace fuerte o huyes, y yo no soy de las que huyen».

Esta circunstancia ha imprimido un carácter personal a las fotos de García Rodero, cuyo único compromiso ha sido con sus propios propósitos. Durante quince años inmortalizó los ritos y fiestas populares en la imprescindible colección España oculta, un retrato antropológico que abarca desde 1974 a 1989.



Los cientos de fotos que atesora no se ciñen a esta, su obra más conocida; ha viajado por todo el mundo capturando rituales, bailes, funerales, fiestas, erotismo y todo aquello que implica el conocimiento del ser humano.

Algunas imágenes aún permanecen inéditas porque reconoce que le cuesta aparcar la cámara y dejar la calle para enfrentarse al ordenador.
Cristina incita al tuteo de forma refleja por la jovialidad que desprende cuando nos recibe en su estudio en Madrid en una parada entre sus constantes viajes.
Es habitual encontrar alguna mención a su aspecto frágil y cotidiano cuando se habla de ella.

¿Es tan relevante tener aspecto de persona normal? ¿Lo sería si fueses hombre? 
Creo que la gente asimila una foto fuerte con un físico fuerte. Yo creo que se sorprenden, esperan alguien mucho más grande. Pero la fuerza no está únicamente en el cuerpo, está más en la cabeza: hay que tener las cosas muy claras y tener la decisión, entonces el cuerpo te sigue. En la mujer se espera más, el físico es más importante.

En el hombre se valoran otra serie de cosas. Empiezas a estudiar Bellas Artes en el año 1968. ¿Cómo recuerdas aquella época?
Con 17 años, al llegar de Puertollano, —que es una ciudad con 100.000 habitantes— a Madrid, el cambio más importante para mí fue entrar en la universidad en aquella época, con todo lo que significó mayo del 68. Fue cuando realmente me enteré de quién era Franco, hasta entonces no lo sabía (ríe).



Recuerdo las manifestaciones, las carreras, los grises… Fue un cambio importantísimo en mi vida, pero para bien. Digamos que se me abrieron los ojos.

¿Cómo fue la experiencia de tener a Antonio López de profesor? 
Fue el primer profesor de pintura que tuve. Yo ni había cogido un pincel, él me puso los colores en la paleta y, conforme él me los puso, los mantuve hasta que dejé de pintar. Era un hombre tan honesto, tan de verdad. Me parecía tan importante la lectura que hacía de los trabajos y cómo enseñaba que yo le perseguía; no esperaba a que viniera a corregirme a mí, sino que iba a ver lo que decía a otros compañeros. Recuerdo aquella época de llorar; cuando me decía que estaba muy bien lo que estaba haciendo me ponía a llorar y cuando me decía que estaba mal me ponía a llorar. Creo que de Antonio López aprendí algo muy importante: sentir lo que estás haciendo. Isabel Muñoz nos decía algo parecido sobre la lección que se le había quedado grabada de su maestro: “tienes que ver”. ¿Cómo se enseña a mirar? En el mirar está el sentir, está el interrogar, el profundizar. Una cosa es ver y otra es mirar. Cuando salgo a la calle no veo nada; sin embargo, cuando cojo la cámara suceden muchas cosas, porque hay una voluntad de ver, de mirar. Y si miras, suceden cosas. Fotografiar es querer ver. Querer ver con sentimiento.

Cuando se considera la fotografía un arte menor en comparación con la pintura, ¿qué piensas?
 Que hay un gran desconocimiento, porque me parece absurdo. Hay pintores que solo saben la técnica, pero a nivel creativo son nulos y sin embargo hay fotógrafos que tienen una obra muy válida. Pero la gente en cuanto hay un instrumento por medio le quita importancia. A mí me hace gracia cuando me dicen “qué buena cámara tienes” como si la cámara lo hiciera todo.




 ¿Qué te llevó a la fotografía a pesar de haber estudiado pintura? 
Durante la época en que fui estudiante era un instrumento más, fue al salir de la facultad. Tuve dos becas, una en Florencia que tuvo muchas consecuencias, porque iba a aprender y no aprendía, y eso me produjo una gran desazón. Era muy joven e inexperta, creía que iba a ir a una buena escuela y la desesperación de ver que no aprendía nada me impulsó a salir a la calle a fotografiar, me hizo meterme en las huelgas, que en Italia eran casi todos los días y aunque ellos decían que eran peligrosas, para mí eran suaves comparadas con las de Madrid. Me hizo también tener mucha añoranza de España y pensar “con todo lo que yo podría hacer en España”, entonces pedí una beca a la Fundación Juan March y me la concedieron. Esa beca fue la que cambió mi vida, porque la pedí para un trabajo general, pero cuando conocí lo que eran nuestras fiestas populares, decidí que era lo que quería hacer. La riqueza y contenido de imágenes que te da la fiesta fue lo que me desvió, no la fotografía, sino el tema que encontré, que me interesaba, que no estaba hecho y me sentía en la obligación de hacer, de no permitir que solo se conocieran cuatro fiestas importantes con las que el gobierno quería dar una imagen turística del país y, sin embargo, estas fiestas llenas de contenido, tan diferentes unas de otras y con todo el significado que tienen, estaban ocultas. A pesar de lo joven que era, desde el primer momento decidí que quería hacer un libro y una exposición, y tarde 15 años en hacerlo porque cada vez iba encontrando cosas más interesantes y me parecía que quedaban otras por descubrir. En ese sentido fue un placer. Ahora te metes en Google y te sale todo, horarios, hoteles que tienes cerca… pero cuando yo empecé, no; la falta de información y las carreteras fueron lo peor.


¿Siguen vigentes esas imágenes? ¿Cómo percibes que ha cambiado España? 
Creo que ha cambiado mucho. Cuando comencé ya sabía, porque era muy obvio, que aquello iba a cambiar y que muchas iban a morir. Lo que creo es que se han transformado. Algo que era muy depreciado, como era la cultura popular, se asociaba a la ignorancia, cuando para mí es la sabiduría del pueblo. Desde que se crearon las Comunidades se dieron cuenta que eran sus raíces. Ahora se protegen, se valoran, hay información; recuerdo que antes en algunos casos era la primera vez que iba un fotógrafo, ahora están los vídeos, los teléfonos, las televisiones autonómicas, locales…


 ¿Se podría encontrar ahora otra España oculta que hay que documentar? ¿Qué te parecen algunas portadas de medios extranjeros retratando la situación actual en España, como la de NYT con gente buscando en contenedores? 
La verdad es que no he visto la portada. Creo que el fotógrafo lo que tiene que hacer es retratar la realidad, pero la realidad tiene muchos matices. Si esa es una realidad, esa podría ser una foto, pero si hablas de la situación de España creo que habría que buscar una visión más rica, más completa. Si eso existe, se tiene que sacar, pero no como reclamo. Gente recogiendo en las basuras hay en todo el mundo, solo hay que dar un paseo por EE. UU., que es el país más rico, para encontrarla. Que hablen también de cómo se han manifestado los ciudadanos para evitar desahucios, de los voluntarios…


¿Qué ha aportado tu mirada a Magnum? 
Creo que aportó una mirada de libertad y de creatividad, siendo todos fotógrafos muy creativos, pero yo he hecho siempre mi trabajo como he querido, nunca he tenido la presión de ningún medio, de ningún jefe; la mayoría de mis fotos están pagadas por mí misma. Creo que esa libertad ha construido una obra particular y ahí sí que te digo que el hecho de ser mujer, esa mirada de mujer, ha determinado una obra. Está por encima del triunfo, del dinero, de los medios… he hecho fotografía por necesidad creativa, por descubrir mi país, al que quiero, y descubrirme a mí misma, por ser capaz de concretar una obra; y el hecho de haber estado tan sola y no tener influencias y no tener que haber agradado a nadie ni pensar que es lo que quería alguien ha tenido su precio en otras cosas, pero esa mirada fresca y honesta en compromiso con mi trabajo es lo que ha dado una obra especial, y creo que por eso estoy en Magnum, porque hay una mirada de autor, que es lo que ellos quieren.

 ¿El ser la única española en la agencia supone una responsabilidad? ¿Están reconocidos los fotógrafos en España? 
A la hora de hacer fotos me siento universal y eso es lo que me da Magnum. Realmente no sé porque no ha habido ningún fotógrafo español antes en estos años, porque los hay muy buenos. Magnum supuso un gran avance en cuanto a los derechos de edición y copyright de los fotógrafos… Que se respetara al fotógrafo como autor, que tuviera parte en la edición, que no se tocara su obra, que se considerara que era mucho más que una ilustración que se utilizaba para rellenar una columna…


¿Te has sentido afectada en tus derechos? 
No me muevo tanto en el mundo de la prensa como el de exposiciones o libros, donde se da menos. Creo que cada vez se respeta más la autoría, pero, sí, una de las cosas que me animó a unirme a Magnum fue que me ayudaron a que se respetaran mis derechos como autor.


 ¿En estos momentos en qué situación se encuentra la fotografía? 
Estamos en un momento de cambio tremendo con los nuevos medios. Para mí es muy doloroso ver noticias de despidos de periodistas y cierres de medios y pequeñas agencias. El otro día en Mazarrón [N. de la r. en Fotogenio 2013, celebrado en esta localidad] me contaron que un medio había despedido toda la plantilla de fotógrafos, ¿qué fotos van a utilizar? Están poniendo las fotos a unos precios ridículos y todo vale.


¿En qué país se ha sentido como en casa? ¿En cuál has tenido dificultades para realizar su trabajo? 
Yo me siento mediterránea, si me tuviera que ir a otro país sería a Italia que es mi segunda casa. Italia y Portugal son dos países en los que me encuentro muy a gusto. Y si tuviera que elegir un país al que no ir: cualquier país que esté en conflicto. Recuerdo que tuve que trabajar en Israel cuando había toque de queda y armas por todas partes. No me gustan las armas. Aunque has hecho foto de conflictos,

¿Es ese un tema que tratas de evitar?
 No me gusta enfrentarme a la injusticia ni al dolor ni a la muerte. Al final son temas que salen en mi obra, porque no hace falta que estés en la guerra, te lo encuentras aunque estés en una fiesta, pero no, no me gusta enfrentarme a la muerte.

 ¿Y el límite que te estableces? 
Meterme en la intimidad de las personas. El dolor, la muerte, la enfermedad; todo lo que es íntimo me cuesta, porque tengo mucho sentido del pudor. Muchas veces pregunto con los ojos para ver cómo la gente reacciona y si hay mucho dolor, no puedo.

¿Has desarrollado algún método para acercarte a la gente? 
La naturalidad y el respeto. Voy a aquello que me atrae, y, si me atrae, ya tengo muchas cosas a mi favor para que sea mutuo, porque ellos ven en ti el interés, el tiempo y el esfuerzo que le dedicas. La gente capta enseguida si les respetas. La mejor forma de acercarse es pensar que es como tú, con los mismos miedos.

Siempre has preferido los rostros anónimos para el retrato. 
Sí, porque me siento con más libertad, hay muchos fotógrafos en los que el valor de la obra está en la persona fotografiada, pero a mí me gusta la gente que encuentro con la que sientes algo, empatía o repulsión, lo que ves en su rostro.

 ¿Te gusta fotografiarte o que te fotografíen? 
No. No me gusta que me hagan fotos ni hacérmelas yo. Tengo muy pocas imágenes de mí misma. Curiosamente, a los 16 años, cuando me compré mi primera cámara, una de las cosas que me motivó a hacerlo fue tomar fotos de mí misma, además de a mis seres queridos; es una cosa que creo que le pasa a cualquier adolescente que se preocupa por su imagen. Y lo que fue en un principio importante para indagar en la fotografía con el tiempo se perdió y apenas tengo fotos mías, poquísimas. Porque no tengo tiempo, porque soy muy presumida y nunca se da esa circunstancia de verte guapa y tener una cámara al lado.

 ¿Qué te impulsó a cambiar de analógico a digital? 
Yo creía que no iba a utilizar la digital, porque ya llevaba muchos años con el otro sistema, pero, haciendo un reportaje sobre el culto a María Lionza, encontré que la noche era importantísima, sobre todo en un momento que ellos llaman “el baile en candela” en el que entran en trance y cruzan la hoguera de fuego, a veces incluso se sientan. Apagan las luces para que se pueda ver el fuego y nada distraiga. Te prohíben el flash, porque creen que con la luz se van a quedar en trance de por vida. Como no podía hacer nada, compré una pequeña cámara digital y pude sacar cosas, entonces volví al año siguiente con una cámara muchísimo mejor. Creo que hay que ir con las nuevas conquistas, están ahí para que puedas disfrutarlas y beneficiarte de ellas. Sé que las fotografías con sales de plata dan una calidad que el digital no da, pero en cambio te permite trabajar con unas condiciones que con película sería muy difícil. Depende del trabajo que haga. Ahora me voy a Haití, lo tengo todo hecho en analógico, hay unas cuevas con unos contrastes de luz muy grandes, así que he decidido que voy a ir con analógico, pero llevo ya tres años con digital.

¿Cómo ha sido la experiencia de introducirse en festivales de erotismo cámara en mano? 
Lo mejor de todo es que estás con mujeres muy bellas. Lo segundo es que son unos días en que ellas son las reinas de esos espectáculos y son muy generosas. Lo tercero es que como prensa no tienes ningún problema para fotografiar, solo el luchar con los hombres que intentan estar en primera línea para ver. A mí me sorprende que ejecuten actos íntimos delante de miles de personas, pero, por otra parte, al igual que en la fiesta, se ofrecen muchas imágenes y con mucha facilidad por parte de ellas. Tienen mucha paciencia con las cámaras.

Tu carrera profesional durante más de 30 años se ha desarrollado en la enseñanza, en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense. ¿Cómo fue la experiencia como docente? 
Fue muy gratificante el tratar con gente joven con vocación y sensibilidad que quería estar ahí. En la Facultad de Bellas Artes en un año no daba tiempo a tener muchos conocimientos, pero ya desde el principio, con lo elemental, te estaban contando cosas, que para mí era lo importante: sabes cuatro cosas y las usas para contar desde tu sensibilidad. No era el clásico primerizo que te hace la foto del gato o el amanecer que todos hemos hecho. Estar con gente joven no te permite envejecer porque ellos te llenan con tu mente creativa, también con su falta de conocimientos, donde tú ves que les puedes ayudar.

Y, en un sentido más práctico, ¿está bien orientado el tratamiento de las artes plásticas en los planes de estudio? 
Las artes plásticas siempre han sido consideradas como “marías”, lo importante era el conocimiento científico. Creo que eso ha ido cambiando, porque estábamos en un país pobre y la gente despreciaba el arte porque no era una forma de ganarse la vida.

Como casi recién nombrada académica de Bellas Artes, ¿qué crees que puedes aportar a los objetivos de la institución y cómo piensas contribuir a ellos? 
Lo más importante es crear más fondos fotográficos para la Academia con los que después trabajar, y de esa forma atraer más gente hacia la fotografía. La Academia va teniendo una buena colección y yo creo que ahí puedo trabajar. Para mí lo importante, como en el caso de Magnum, es estar con gente sabia que ha dedicado su vida, me parece muy estimulante. Pablo Berger, cuya película Blancanieves está inspirada en unas fotos tuyas de enanos toreros, dijo en una entrevista: “Creo que la tragicomedia es el género que mejor transmite la realidad”.

¿Concuerda esta afirmación con lo que reflejan tus fotos?
 Sí, creo que en la vida existe ese contraste entre la risa y el llanto. Hay una imagen en concreto que recuerdo de unos niños albanokosovares. En la situación dramática en la que se encontraban siendo expulsados de Kosovo, buscaban la evasión jugando a la guerra. Era sorprendente esa imagen sonriendo con sus fusiles de juguete. Es la capacidad del ser humano de sobreponerse.

¿Qué proyectos tienes? 
En noviembre tengo una exposición con la galería Juana de Aizpuru, La Fábrica va a sacar un libro que se llama Los siete pecados capitales, que es un libro compartido con dos escritores, y continúo con mi proyecto más ambicioso: Entre el cielo y la tierra, que prácticamente está terminado a la espera de que pueda salir la exposición; han sido muchos años y es una especie de retrospectiva que trata como siempre de indagar en el ser humano, lo espiritual y lo carnal.

¿Qué aficiones tienes fuera del mundo de la fotografía? 
La fotografía es lo que me consume todo el tiempo. Me gusta el cine, el teatro, la pintura, me gusta muchísimo la danza. Me gusta mirar y no sentir la presencia del tiempo, perderme por las calles.


¿Estás familiarizada con las redes sociales? 
Nada de nada. Además no quiero estarlo. Tengo mucho que hacer, muchas cosas por descubrir. Supongo que las redes sociales tendrán cosas buenas, pero yo no tengo tiempo para dedicárselo.

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